La Fuente Menos Esperada de Gozo (O Qué Puede Robarte el Gozo)
Pastor Pablo Elvir
El gozo del Señor es nuestra fuerza, y esa fuerza la necesitamos todos los días. Sin ella, es fácil caer en la amargura, la ira, el enojo o la depresión. La pérdida del gozo es la pérdida de una fuente inagotable de vida y paz.
Un Gozo Completo en Cristo
Jesús nos da una clave en Juan 15:11 (NVI):
“Les he dicho esto para que tengan mi gozo y así su gozo sea completo.”
¿Quién no quiere experimentar un gozo completo? Pero sigamos leyendo:
Juan 15:12-13 (NVI):
“Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.”
Aquí es donde la cosa se complica. Todo suena bien hasta que nos damos cuenta de que el gozo está profundamente ligado a nuestra relación con los demás.
Hay personas que aman a Dios, pero quieren evitar la iglesia, el cuerpo de Cristo. Sin embargo, eso no es una opción. Nunca podremos estar completos sin estar conectados al cuerpo de Cristo. Él nos desafía diciéndonos que su gozo será completo en nosotros cuando aprendamos a amar a los demás.
El Reino de Dios: Un Mundo al Revés
Las formas del Reino son radicalmente opuestas a las del mundo:
- Quien quiera tener, debe darlo todo.
- Quien pierda su vida por el Evangelio, la ganará.
- Quien quiera ser el más grande, debe ser el siervo de todos.
Si queremos experimentar la vida plena que Dios tiene para nosotros, no podemos hacerlo huyendo de la gente. El corazón de Dios es la gente.
1. Debemos Buscar lo que Trae Unidad
La unidad del Espíritu nos llama a poner nuestros ojos en Cristo. Filipenses 2:1-2 (RV60) dice:
“Si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.”
Esto es contrario a la mentalidad del mundo, donde las emociones dictan nuestras decisiones. Pablo nos llama a la unidad a través de la cruz, abandonando el “yo”, el “mío”, el “lo que quiero”.
El sentido de derecho personal destruye la unidad porque:
- No puedes perdonar y al mismo tiempo reclamar venganza.
- No puedes dar y al mismo tiempo aferrarte a lo tuyo.
Filipenses 2:3-4 (RV60):
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”
Cuando insistimos en nuestros derechos, corremos el riesgo de desarrollar un cáncer espiritual donde creemos que Dios nos debe algo. Esto nos lleva al siguiente punto.
2. Debemos Tratar a Otros con Humildad
Filipenses 2:5-7 (RV60) nos recuerda la actitud de Cristo:
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo.”
La humildad nos posiciona para recibir la exaltación de Dios en su debido tiempo. 1 Pedro 5:6-7 (NVI) dice:
“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.”
Cuando nos vestimos de humildad, aprendemos a seguir los mandamientos de Dios sin cuestionar nuestra propia autoridad sobre Él.
3. Debemos Perdonar las Ofensas
No podemos ser el cuerpo de Cristo si no seguimos su ejemplo de perdón. Efesios 4:31-32 (NVI) nos desafía a abandonar la amargura y el enojo:
“Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
Muchas personas se aferran al derecho de estar ofendidas. Pero el perdón no es opcional en el Reino de Dios. Si Dios nos ha perdonado, nosotros también debemos perdonar.
Conclusión
El gozo completo que Jesús promete está ligado a nuestra relación con los demás. Para experimentarlo debemos:
- Buscar lo que trae unidad.
- Tratar a los demás con humildad.
- Perdonar las ofensas.
El Reino de Dios es un mundo al revés, pero en ese mundo encontramos el gozo real y duradero que solo Él puede dar. ¿Estás listo para vivir en esa plenitud?